José* y el grupo de oración que ayudó a fundar en su oficina en Medio Oriente es un testimonio notable de cómo la fe florece incluso en entornos donde la libertad religiosa está restringida. A través de una simple práctica durante los almuerzos donde los encuentros de oración se transformaron en un movimiento que tocó las vidas de varias personas de diferentes partes del mundo.
Un Comienzo Humilde y una Fe Inquebrantable
Poco después de comenzar a trabajar en una nueva empresa en Medio Oriente, José* no tardó en notar algo diferente en dos de sus colegas filipinos. Recién convertidos al cristianismo, su fe se reflejaba en la forma en que trabajaban: siempre puntuales, sonrientes, dispuestos a ayudar y extremadamente amables. Esta actitud llamó la atención de José y lo motivó a sugerir la formación de un grupo de oración semanal durante la hora del almuerzo.
Decidieron reunirse una vez por semana, en la oficina de José. El lugar ofrecía cierta privacidad, a pesar de las paredes de vidrio. En Oriente Medio, donde la oración es una práctica común entre los habitantes locales, la iniciativa de José no generó oposición. "Orar no es extraño en esta área donde los residentes suelen hacerlo cinco veces al día. Por lo tanto, nuestro grupo no representó ningún problema, ni para la empresa ni para las sensibilidades de los demás; nadie se opuso a que nos reuniéramos en los cuatro años que estuve allí", afirma José.
Crecimiento y Expansión
Con el paso del tiempo, otros cristianos comenzaron a participar en las reuniones. Se compartía la Palabra por diez minutos y luego se oraba unos veinte minutos. Pedían a Dios que se manifestara en la empresa, que bendijera a los directores y líderes y que les permitiera realizar el trabajo con excelencia. Gradualmente, compañeros de trabajo, incluso musulmanes, comenzaron a pedir oraciones por sus necesidades personales. José recuerda a una persona en particular que pidió una oración y el resultado fue fructífero.
"Una de las personas que pidió oración estaba muy angustiada por la enfermedad grave de su padre, quien vivía en Filipinas. La acompañamos durante varios meses en oración. Eventualmente, su padre murió, pero ella comenzó a asistir a nuestro grupo debido al apoyo que sintió por las oraciones, aunque ella no era evangélica. Pero ella no vino sola; trajo a otra compañera católica y en poco tiempo, teníamos cuatro personas nuevas orando con nosotros. Nuestras oraciones eran un estilo diferente al que estaban acostumbradas. Como las nuevas compañeras eran también filipinas, les recomendé a los creyentes filipinos que iniciaran un grupo de estudio bíblico en su idioma en su casa con un material de discipulado que les presté y les enseñé. Nunca habían discipulado a nadie, pero el seguir una guía los ayudo a intentarlo".
Cuando comenzaron estos estudios, dos de las mujeres católicas aceptaron a Jesús y rápidamente involucraron a sus maridos, y así estos dos matrimonios nuevos empezaron a asistir a la iglesia evangélica filipina. Como es común entre los filipinos compartir apartamentos con varios parientes, estas dos mujeres predicaron a primos y sobrinos y de pronto, ya no eran 5 personas en el grupo casero si no 20 adultos estudiando la Biblia semanalmente.
Una Semilla que Floreció en Unidad
José y su esposa visitaron el grupo filipino varias veces, enseñando la Palabra de Dios como invitados. Ese pequeño grupo se transformó en una iglesia en crecimiento, con alrededor de 20 familias, que continúa expandiéndose. Pero el pequeño grupo de oración en la empresa sigue activo, como comenta José: "El grupo de oración de la oficina sigue operando incluso después de que dejé la empresa. Otros cristianos se han unido, algunos de los cuales vienen a la misma iglesia internacional con nosotros. Hay personas de Etiopía, Canadá, Egipto, India, Filipinas, etc.".
La semilla plantada por José y sus colegas filipinos floreció, creando una comunidad vibrante de fe que trascendió barreras culturales y religiosas, uniendo a personas de diversas nacionalidades en oración y adoración.
*Nombre cambiado