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Contando a todos porque todos cuentan

Como seguidor de Jesús, me importa que hoy vivan más de 8.200 millones de personas, dice David. También me importa que más de dos mil millones tienen poco o ningún acceso a las buenas nuevas y es poco probable que lleguen a la fe en Jesús a menos que algo cambie.

David Greenlee ha servido con OM desde finales de 1977 y, desde 1998, en un rol enfocado en la misiología e investigación. Como parte del Equipo de Administración del Conocimiento de OM, David ayuda a hacer seguimiento del progreso hacia nuestra visión compartida – no solo contando, sino aprendiendo juntos. David obtuvo un doctorado en Estudios Interculturales en Trinity Evangelical Divinity School en 1996 y es autor o editor de varios libros y artículos relacionados con las misiones.

Contar personas importa porque las personas importan. ¿Cuántos niños llegarán a la edad escolar en mi distrito en los próximos cinco años? ¿Cuántos tienen acceso a recursos básicos de salud en tu comunidad? ¿Cuál es el crecimiento proyectado de nuestra ciudad y qué implicaciones tiene en los sistemas de agua, calles y viviendas?

Para la ONU, todos deben ser contados para que la pobreza, en todas sus formas, sea erradicada y nadie sea dejado atrás, excluido o discriminado. Sus enfoques y objetivos no siempre coinciden con los nuestros como seguidores de Jesús, pero sin duda esas palabras son parte de la plenitud de las buenas nuevas.

Como seguidor de Jesús, me importa que vivan más de 8.200 millones de personas. 

También me importa que más de dos mil millones no tengan acceso al evangelio y que probablemente no crean en Jesús, a menos que algo cambie.

 Esas cifras importan, pero son tan grandes que muchos de nosotros no podemos comprenderlas. Existe el peligro de que usemos esos números como un golpe de culpa para motivar a los cristianos a actuar, en lugar de hacerlo por amor. Temo haber hecho eso muchas veces cuando era un joven apasionado por los no alcanzados: entusiasta, pero algo insensible.

Quizás nos ayuda relacionarnos mejor con los números y las necesidades —y responder con amor— si pensamos en regiones más pequeñas: cuántas aldeas hay en un distrito de nuestro país; cuántos inmigrantes han llegado a nuestra comunidad desde lugares con pocos seguidores de Jesús; cuántos adolescentes en una ciudad podrían interesarse en un programa que combine deportes y enseñanza sobre Jesús. Esas son cifras con las que puedo relacionarme y, junto con otros, responder de manera significativa.

Y mientras respondemos, también observamos la respuesta. Según lo que podemos percibir, según lo que podemos contar, ¿estamos marcando la diferencia? A veces damos énfasis al tipo de fruto que se puede contar: personas bautizadas, comunidades de seguidores de Jesús que se multiplican. Pero la fecundidad debe ir acompañada de fidelidad. Le pregunté a un querido amigo qué pensaba de estar en un lugar donde prácticamente nadie se había vuelto a Jesús. Él respondió: “¿Pero no es precisamente ese el tipo de lugar donde deberíamos estar?”

Así que, al monitorear nuestra respuesta como seguidores de Jesús y contar lo que puede ser contado, pensando en contextos específicos donde los equipos de OM están trabajando:

• Nos regocijamos con quienes son fieles, incluso en lugares difíciles, sin fruto aparente.
• Nos regocijamos cuando escuchamos que una sola persona, o un par, ha llegado a la fe.
• Nos regocijamos cuando un grupo de creyentes se reúne: el comienzo de una nueva iglesia.
• Nos regocijamos cuando varias iglesias se reúnen, crecen en la fe e impactan su comunidad.
• Nos regocijamos cuando vemos comunidades vibrantes de seguidores de Jesús multiplicándose, hasta la tercera, cuarta o más generaciones.

Estoy de acuerdo con el Secretario General de la ONU, António Guterres: 

“Para que nadie quede atrás, contemos a todos.”


Me alegra que haya personas que realizan esa tarea con excelencia. Las cifras poblacionales y las tendencias que publican nos ayudan a poner en perspectiva nuestras comunidades locales y contextos regionales. Son parte del conocimiento que necesitamos mientras discernimos juntos la voluntad de Dios, ya sea en casa o conectándonos con una comunidad lejana.

Contamos a todos – porque todos importan, todos cuentan.

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